dimecres, de febrer 28, 2007

Relatos cortos (III)

Bueno... pues como los otros días queria publicar uno de mis relatos; este creo que para TODOS vosotros es inédito... a ver que os parece:

En cuestiones de salud no se vale “escurrir el bulto”

- ¿Otra vez aquí? ¡Estos chicos me van a volver loco! Es la cuarta vez que acaban en comisaría este mes. ¿Y ahora qué?
- ¡Esta vez a sido él! Me insulto y me pegó una patada…
- ¡Chicos, chicos! No cal que gritéis, si cada semana pasa lo mismo. Pero esta vez tendréis que hacer algo por la salud del planeta.
- ¿¡Qué!? – dijeron a coro los dos.
- Yo paso, sea lo que sea paso de hacerlo.
- Estamos muy hartos. – Continuó diciendo el policía- el director de vuestra escuela tiene que estar cada dos por tres aquí, y si no hacéis esto tendremos que hablar con vuestros padres para tomar medidas.
En ese mismo momento los padres de uno de los niños y la madre del otro, entraron por la puerta.
- de acuerdo, de acuerdo, – dijo uno - yo acepto. Explícanos ¿qué es lo que tendremos que hacer?
El policía, después de que el otro chico también aceptara su propuesta, les explicó en que consistiría su trabajo. Les contó que la playa del pueblo cada día estaba más sucia, y que ahora que llegaba el verano y no podían dejar allí toda esa basura que habían ido acumulando a lo largo del año, por la salud de los turistas y por la del planeta.
- Así que tendríais que ir dos veces por semana, los dos juntos, y con el material que os facilitaremos tendréis que dejarla como los chorros del oro. Sólo de esta forma podréis pasar el verano con vuestras familias, si no… me encargaré de que os metan en un internado para chicos rebeldes.
Obviamente los dos aceptaron.

Al día siguiente Abel i Carlos, nuestros dos chicos, aparecieron ante la playa muy puntuales. Al llegar vieron a un hombre que vestía uniforme y que sujetaba unas bolsas de basura y dos pinchos alargados.
Carlos que era, probablemente, el culpable de todas sus disputas, le dijo que se escondería y observaría su trabajo, para comprobar si no era demasiado cansado.
Y sí, aquel hombre le entregó a Abel los utensilios y se largó, no sin antes mencionar que si no aparecía su “amiguito” se lo hiciera saber.
Pero a Carlos le hizo gracia, porque eso sería más sencillo de lo que se había imaginado.
Cuando aquel hombre se hubo ido, Carlos chantajeó a Abel:
- ¡Mira, si les dices que no he venido o que me he escapado te vas a enterar, mocoso!
Dicho esto se largó.

Abel se pasó toda la tarde recogiendo basura; colillas, envoltorios de plástico, bricks de zumo… etc. Pero al llegar a casa comprobó que aquello había sido bastante gratificante, aunque no consiguió quitarse los granos de arena de entre las uñas.
Al día siguiente pasó lo mismo, Carlos se volvió a escabullir. I como nunca se quedaba aquel hombre a comprobar si llegaba, ya lo tenía todo solucionado, porque sabía que el miedica de Abel no se atrevería a delatarle.

Oh… aquel pesado mes de Mayo por fin había terminado, ahora vendría lo bueno, por fin podrían descansar.
El 1 de julio los dos chicos fueron a comisaría a ver a su amigo el poli. Al llegar i sentarse frente a su escritorio se encontraron unos folios con un test impreso.
- ¿Qué es esto? ¿Un examen? – preguntó impaciente Carlos.
Y esto le contestó el policía:
- No bien, bien. Sólo que quiero asegurarme de que habéis hecho bien vuestro trabajo, no creo que os cueste nada hacer esto ¿no?
- Te aseguro que no – dijo irónicamente Abel.

No había muchas preguntas, sólo algunas que preguntaban sobre el tipo de basura que habían encontrado, de que tipo había más…
A Abel no le costó mucho, pues se había pasado las últimas semanas limpiando la playa, y ya tenía muy vistos aquellos residuos. Pero en cambio a Carlos se le notaba una expresión de disgusto y preocupación, y por eso Abel no podía contener la risa ni, aunque por debajo de la mesa, el otro chico le estuviese pellizcando la pierna.
Finalizadas las preguntas el policía les preguntó a los dos:
- quiero que me contestéis sinceramente ¿qué habéis aprendido de todo esto?
I Abel que lo tenía claro, le dijo entre carcajadas:
- ¡Que en cuestiones de salud no se vale escurrir el bulto!
Lo que le pasó a nuestro amigo Carlos está claro, se pasó todas las vacaciones en un campamento para aprender comportamiento, y allí sí que se hartó a limpiar basura.

diumenge, de febrer 25, 2007

Relatos cortos (II)

Hola! pues hoy queria continuar poniendo mis pequeños relatos, que espero que os gusten...
Este es el segundo que hize, ya casi ni me acuerdo. A mi me gusta mas el anterior, este... no se, yo supongo que no está ma, pero.... juzgar vosotros mismos;


Una maestra llamada Naturaleza

Yo sólo tenía tres años cuándo la empresa de papá quebró.
Él tenía un cargo importante, era el director. Y de pronto, de tener muchos lujos, nos vimos viviendo en la calle. Yo no me acuerdo, era muy pequeño, pero mi madre me lo explicó cuando ya era un poco más consciente.
En la ciudad era muy difícil vivir, había muchos policías. Por eso, un día, mis padres decidieron que nos montaríamos, como fuese, la vida en el bosque.
Sí… me acuerdo de aquel día. Llovía, unas nueves negras como el carbón amenazaban con una fuerte tormenta. Era como un castigo del cielo, y yo tenía miedo.
Nos acercamos a un pequeño pueblo, donde reposamos en un bar, pero eso sí, sin consumir nada porque no teníamos dinero.
Cuando la tormenta hubo escampado, salimos a fuera y bajamos por un precipicio. Las suelas de los zapatos, se llenaron pronto de barro.
Después de andar durante varios minutos, nos encontramos una gran explanada. Había cuatro arboles, unos hierbajos, y tierra húmeda.
El ambiente era frío, pero a medida que nos acercábamos a la explanada donde íbamos a establecer nuestro campamento, el clima se volvía más cálido.

Por fin estábamos allí.
No se puede decir que aquel fuera el sitio más adecuado para un niño que era tan pequeño, pero no nos quedaba más remedio. A esa edad ya era hora de que empezara la escuela, pero no podía, si las autoridades se enteraban en que condiciones vivíamos, me llevarían a un centro de acogida, del cual mis padres hablaban horrores.
Verdaderamente llegué a pensar que lo único que intentaban era convencerse ellos mismos de que la situación no era tan desastrosa.
En un momento mi padre fue a buscar leña, y mientas, mi madre y yo, observábamos la naturaleza. Papá volvió cargado de troncos macizos que utilizaría para construir un pequeño refugio. Él era el único que podría hacerlo bien, pues había cursado un taller de arquitectura, y sabía como colocar los pilares para que la cabaña no se nos viniera encima.
Al llegar la tarde, empezó a hacer frío, y no teníamos más que lo puesto. En eso ya no había problema; las pocas noches que pasamos en las calles de la ciudad, los vagabundos, que a mí personalmente me daban miedo, nos habían enseñado a hacer un buen fuego, de una forma que no se apagara hasta que tú quisieras. Ahora sólo faltaba la comida… las tripas nos rugían a todos, pero mi madre que era la madre mas precavida del mundo, había encontrado algunas piezas de fruta por allí, y había cogido “prestada” una barra de pan en la panadería. Poca cosa más comimos.

Por la mañana me levantaba tarde, para no gastar demasiadas energías. Pero mis padres estaban en pié mucho antes que yo, porque salían a cazar.
He llegado a comer un montón de mamíferos distintos que pueden habitar un bosque; desde algún jabalí (que éste era el manjar mas delicioso que podíamos conseguir), hasta alguna ardilla que andaba despistada cuando mamá le echó la mano.
También papá supo construir una caña para poder pescar, porque aunque el río estaba lejos, de vez en cuando, nos regalaba una trucha o algo por el estilo.
Sí, se puede decir que en nuestra vida escaseaba, desgraciadamente, la comida, pero no recuerdo años más felices, porque eso nos unió mucho.
Aquel era un bosque deshabitado, y rara era la vez que un pastor sacaba a pastar a su ganado por allí. Por eso nos creíamos libres de hacer lo que quisiéramos, y que nadie se daría cuenta de nuestra presencia. Pero nos equivocábamos.
Cuando todavía no hacia un año que vivíamos en el bosque, cerraron el club de tiro del pueblo, por eso los cazadores, ansiosos por encontrar una presa, acudían allí. Entonces, nosotros nos escondíamos e intentábamos no salir de nuestra cabaña nada más que lo imprescindible durante el día.
Yo, como cada mañana, seguía durmiendo, y mis padres habían salido a buscar fruta para el desayuno.
Ocurrió que uno de esos días, un cazador que se había levantado muy pronto, vio moverse algo entre los arbustos. Me despertó un gran estruendo. Un grito seguido de tres disparos. Automáticamente me levanté y salí corriendo de la cabaña. Y lo que vi… me ha traumatizado, es una pesadilla que me persigue cada noche…
El cazador madrugador se había quedado petrificado al ver a sus presas, y no sabía que hacer. Con una de sus manos sujetaba a mi padre, y con la otra a mi madre. Él estaba muerto, pero mi madre tuvo las fuerzas suficientes como para decirme unas palabras. Esto fue lo que me dijo:
- Pase lo que pase, hijo, no olvides quien te enseñó, y perdónanos por todo lo que te hemos hecho sufrir. A veces las personas somos egoístas, pero tenerte a mi lado era lo que me daba fuerzas.

Quien no haya vivido en la miseria no sabe lo importante que es tener el apoyo de alguien cerca. El dinero lo único que hace es dejar a las personas insensibles, los que lo tienen todo no aprecian la naturaleza y su manera especial de hacernos regalos, con maravillosas puestas de sol y preciosas flores en primavera.
He pasado estos seis últimos años en un centro de acogida, y aunque esto está mejor de lo que decía mi madre, porque aquí he hecho amigos y puedo comer cinco veces al día, los fines de semana salgo a ver, como dijo mi madre, a quien de verdad me enseñó sobre la vida, quien me ha visto crecer… mi querida maestra Naturaleza.

divendres, de febrer 23, 2007

Relatos cortos (I)

Hola!
Hoy no tengo ningun motivo especial para escribir una entrada, pero hace tiempo que quería publicar esto.
Son pequeños relatos que he ido haciendo para un concurso de alumnos de 2 de ESO, muchos de vosotros hbreis leido ya algunos, pero no importa...
Hoy quiero publicar el que es mi preferido delos que he hecho hasta ahora. Espero que os entretenga leerlo tanto como a mi me entretuvo hacerlo:

Con la espalda hecha un ocho

- No es oro todo lo que reluce – me dijo una vez mi amigo Álvaro, que era muy dado a los refranes. ¡Y que razón tenía!

El verano, ya había llegado y hacia mas calor de lo que acostumbraba. Yo, parado en frente de la maquina expendedora, con una gota de sudor cayendo por mi frente a gran velocidad, la boca producía más saliva que otras veces, la lengua se me salía de la boca dejando caer una pequeña gota de aquel líquido viscoso.
Me hurgué el bolsillo, en busca de una monedita. Nada; un chicle mordido, un pañuelo usado, un trozo de caramelo, y todo tipo de cosas que te puedas imaginar. Pero del euro, nada de nada.

El sol se estaba poniendo. Un atardecer maravilloso, que hacia poner de color naranja el cielo. Pero a parte era la tarde más calurosa que recuerdo haber vivido.
Y yo, ahí, parado y pensando en que hacer para aliviar esa pesada sensación. Pensé, por un momento en ir a casa y ducharme, pero la idea no me hacia mucha gracia, la verdad. Al final me di la vuelta, y… ¡Pata pam! Enrique, el tío más alto y más gordo de la clase, con una mirada amenazadora. Sus ojos me decían: “Apártate de donde estas o no lo cuentas”, y no tuve que esperar mucho para que también su boca se pusiera de acuerdo.
Y como todos los que se le “interponen” en el camino acabé con la marca de su mano en mi cara. Pero no sólo eso, si no, que de lo debilucho que estaba, a causa del bochornoso calor, me caí.
Esperé a que Enrique sacara su lata de refresco, en el suelo. Sí, me di cuenta de que allí se estaba más fresquito.
Pasó un rato y me dio por mirar debajo de la máquina. – ¡Oh! ¿Qué es eso que brilla? ¿Una moneda? – Brillaba intensamente, como una perla en el fondo del mar cuando la luz blanca de la luna atraviesa las oscuras aguas.
No puedes imaginar la ilusión que sentí cuando descubrí que ya podría tomar mi ansiado refresco… ¿de que lo tomaría? ¿De naranja, de limón? ¿O tal vez uno de Cola? Aunque dependiendo de cuanto fuera la moneda, me podría tomar uno u otro…
Pero… todavía no era momento de pensar en eso… antes me tenía que hacer con la moneda, que estaba bastante alejada.
Estiré mi brazo lo máximo posible, hasta que el hombro me hizo ¡Crack! Pero no era suficiente, mi brazo ya era bastante grueso y un poco corto.
¡Un palo! Eso me hacía falta; era más estrecho que mis extremidades, mas largo (bueno, dependiendo de cual encontrara) y… si se hacía añicos no me dolería. Así que fui en su busca.
Procuré que mientas yo buscaba por los alrededores, nadie se acercara mucho a la máquina, por miedo a que vieran MI moneda.
Volviendo a lo del palo, conseguí uno, el más largo y estrecho que encontré, y lo llevé a la máquina. Pero también era demasiado corto.
Me estiré lo más plano que pude en el suelo, pero nada, el palo seguía sin alcanzarla. Así que decidí pensar en otro método, uno que fuera más eficaz.
Le añadí en la punta (enganchado con un chicle) un pequeño imán que guardaba en el bolsillo, que servía para entretenerme durante las horas más pesadas en el colegio. Lo alargué y pude comprobar que el imán no atraía a la monedilla. Pensé que podían ser 50 céntimos, ya que los imanes sólo atraen a los euros, pero aún siendo así, la idea me desanimó porque no había conseguido el dinero.

Me empezaba a doler la espalda, y me acordé de la pesada mochila que tendría que transportar después hasta mi casa. También me acordé de las atenciones que mi madre me daba por las malas posturas que adoptaba en la silla. Y pensé que si me viera en ese momento, con un palo en la mano, completamente estirado en el suelo y arrastrándome por él como una lagartija, me daría fuerte (como ella dice) con la zapatilla. Esas palabras retumbaban en mi cabeza (“la zapatilla, la zapatilla”), pero yo quería mi moneda y mi refresco. Y sé que si hubiera seguido haciendo cosas raras con mi tronco, luego tendría remordimientos de conciencia por no hacerle caso, nuevamente, a mi madre, y también tendría un dolor de espalda terrible.
Finalmente pensé en que alguien hiciera mi trabajo, como cuando el Jona paga dos euros a los inteligentes (o simplemente a los pringados) de la clase, para que le hagan los deberes.

Vi pasar, en ese preciso momento, a una de esas “Barbies” que sólo se preocupan por las calorías que tiene su desayuno. ¡Era perfecta! Porque sus brazos delgaduchos me servirían para algo. Le pedí (por favor) que metiera su mano debajo de la máquina, y ella me dijo: “¡Si hombre! Para llenarme de grasa. ¡Si no me la como, voy a dejar que se manche mi brazo!” y se largó. Como ella no me quiso ayudar, pensé en engañar a un niño, que, aunque tuviera el brazo un poco mas corto, podría meterse más al fondo. Y así lo hice. Uno que iba en triciclo, me serviría perfectamente porque parecía bastante elástico, como uno de esos contorsionistas del circo. Le pedí que me ayudara, pero él me dijo que no lo haría gratis, por eso tuve que prometerle un trago de mi refresco.
Y sí, sí, se estiró lo suficiente como para llegar a ella, incluso la acercó mucho. Pero justamente, cuando ya la podría haber sacado, pasó su madre y le echó la bronca por tirarse al suelo y ensuciarse. Así que tuve que terminar el trabajo yo.
Ahora no había problema. Me volví a estirar, y alargando mi brazo (esta vez menos) conseguí alcanzarla.
La saqué, ansioso. Y al mirarla… me di cuenta de que no era una moneda, si no que era la anilla de un refresco que algún desconsiderado habría lanzado al suelo.
Casi me puse a llorar, pero vi que se hacia de noche, ya sí que era hora de volver a casa. Pero justo en el momento en el que coloqué la mochila sobre mis doloridos hombros…
Me caí al suelo de lo dolorida que tenía la espalda y desvanecí cayéndome al suelo. Minutos después alguien me vio y llamó a mis padres y a una ambulancia.

Así que me he pasado una semana en ésta habitación del hospital con una vértebra rota producida por el golpe de la caída. Pero me han dicho que no pasa nada, y que me recuperaré pronto. Mañana ya empezaré la rehabilitación.
Por eso he tenido tiempo de leerme unos cuántos libros, porque con la espalda echa un ocho, poca cosa más se puede hacer.

© Arubeta, Todos los derechos reserbados ;)

dissabte, de febrer 10, 2007

Tras una mascara...


Gran conflicto... ahora vuelve carnaval. Devería estar contenta, pues es una de las pocas fiestas paganas, o no religiosas (La pagana por excelencia es la berbena de san Juan -aunque sea sobre un santo-) bueno, pero lo de disfrazarse... supongo que tendrá sus orígenes sobre los quales me quiero informar, pero me pareze, a un nivel de actualidad, esconderse tras unas ropas, simulando ser alguien que no eres. Aunque, de todos modos, eso ya lo hacemos constantemente. Cada mañana al vestirnos, estamos aceptando ser alguien distinto, pues la gente va a catalogar tu forma de ser por los harapos que vistas.

¿Tenemos que dar una imagen? ¿no nos pueden valorar por nuestros pensamientos? está claro que no. Pero tu no te muestras tal y como eres, aunque si muestras -a vezes- algunos de tus gustos, pero eso no es suficiente para que la gente pueda juzgarte.

Por eso esta fiesta no me parece nada; sí, es divertido ver lo ingeniosa que es la gente a la hora de pensar o hacer un disfraz, de hehco lo he vivido en mis propias carnes, ver lo que es buscar un disfraz para hacertelo tu mismo, sin comprarlo ya hecho. Aunque, quizás no es que sea muy dificil sino que en mi grupo hay poca organización. De todos modos, ves a un disfraz, algo puesto sobre alguien que piensa y tiene sentimientos, alguien que se acompleja cada día, que como todos en esta sociedad siente que tiene que ser perfecto, que tiene que gustar a todo el mundo... Quizá no me explique muy bien pero no voy a disfrazarme... sí, puede ser que el año que viene lo haga, pero no quiero que nadie me juzge ni por mi disfraz ni por mi ropa... soy yo misma, no alguien otro.

De la mini enquesta que os hize (MINI, MINI) 2 de 2 habeis contestado disfrazes no, y yo me uno, lo que haze un total de 3 de 3.


CONCLUSIONES:


  • El total de mis lectores dicen que no se van a disfrazar o que no quieren disfrazarse.

  • La segunda conclusión es que tengo pocos lectores, pero tranquilos, ya me gusta escribir para vosotros. ¡Seguid leyendome!

dijous, de febrer 08, 2007

¿Feliz San Valentín?


Con motivo obvio de esta proxima fiesta queria renovar mi blog, que ultimamente esta muy triste (quiero decir mas de lo que acostumbra), pues ni vosotros ni yo lo hemos visitado desde... primeros de año.
A lo que ibamos; Otra farsa... Oh!!! se respira amor en el ambiente (tono irónico) oh... las rosas son rojas (estrañamente, pues el nombre no indica lo mismo...) que felicidad!!
Pues no! mientras tu dice eso, el Corte I***** (si quiere publicidad que la pague!) está diciendo... HO, ho, ho! Primero Navidad, después las rebajas y ahora... por si habíais tenido poco... Toma 'AMOR'. Pues sí... aprobechan lo que pillan, porque así funcionamos, a base de cosas materiales, y si de verdad valoraramos este día, o a alguna persona tanto cómo para regalarle algo, lo que regalaríamos no sería algo material, si no algo intangible, algo como lo que "predica" este día, amor, cariño o sinceridad... no chocolate ni rosas!
Supongo que me entendereis, y que no es simplemente eso de no creer en el amor si no que lo veo absurdo... y ese día me voy a levantar de la cama con mas mala leche que de costumbre, porque miraré a las personas y diré... estas contenta porque te han regalado un bonito ramo de rosas, pero quien te lo ha enviado es alguien vacío que no se atreve a convencerte sin comprarte de lo mucho que te quiere, y si es así, lo único que haces es engañarte... pero no lo ven...
En fin, esto es todo... ah! por cierto, en los comentarios que me dejeis quiero que me digais:
Disfraces sí o disfraces no. Grácias!

[Esperad mi proxima entrada con impaciencia, será cerca de el día de Carnestoltes]